viernes, 28 de mayo de 2021

 



Cada 28 de mayo, se recuerda el trabajo y dedicación de Rosario Vera Peñaloza, que falleció en esa fecha, y se celebra el Día Nacional de los Jardines de Infantes y el Día de la Maestra Jardinera.

En el arcón de los recuerdos de la infancia, las sensaciones de contención, amor y seguridad están ligadas al trato dispensado por la primera maestra en el inicio de la etapa escolar. No es casual, entonces, la elección de Rosario Vera Peñaloza como la “Maestra de la Patria” si se tiene en cuenta su personalidad y trayectoria en la enseñanza y formación de las futuras generaciones.


Nacida en Atiles, un caserío cercano al pueblo de Malanzán en la provincia de La Rioja el 25 de diciembre de 1873, Vera Peñaloza dedicó su vida a la educación. Huérfana de padre y madre desde muy pequeña, cursó sus estudios primarios en la vecina provincia de San Juan.
ROSARIO VERA PEÑALOZA, SU LEGADO FLORECE EN LAS AULAS DE LA PATRIA

Pasados 10 años, Vera Peñaloza regresó para inscribirse en la escuela normal privada, debido a que la educación pública había desaparecido en su provincia natal.

A los 20 años, la joven obtuvo el título superior de enseñanza en Paraná, donde fue alumna de Sara Eccleston, pionera en la educación inicial en el país. En 1898, fundó el primer jardín de infantes en La Rioja, replicando idéntica tarea en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Paraná.


Pueden mencionarse, como ilustración de su vasta carrera docente, las designaciones en los cargos de vicedirectora de la Escuela Normal de la Rioja y de la Escuela Provincial “Juan Bautista Alberdi”, en la provincia de Córdoba.

Más tarde ocupó los cargos de directora de la Escuela Normal N° 1 de la ciudad de Buenos Aires e inspectora de escuelas municipales.

El gobernador de la provincia de La Rioja, Joaquin Víctor González, fue inspirador de la tarea docente de Vera Peñaloza. Sus cursos, seminarios y charlas pedagógicas a lo largo del territorio nacional llevan la impronta del político, jurista y filósofo oriundo de su provincia natal.

Entre sus logros se destacan la creación del Museo Argentino ubicado en el Instituto Félix F Bernasconi, donde Peñaloza trabajó por varios años. En este espacio se gestaron las ideas y propuestas para mejorar la calidad educativa del país con una perspectiva federal, haciendo hincapié en las potencialidades y necesidades locales y regionales.


Vera Peñaloza vivió sus últimos años en la ciudad de Buenos Aires; no obstante antes de su muerte, se trasladó a La Rioja para reencontrarse con familiares y amigos. Vera Peñaloza murió por un cáncer uterino el 28 de mayo de 1950, a los 77 años. Luego de su deceso fueron innumerables los actos de reconocimiento a su labor, e incluso una gran cantidad de escuelas y calles llevan su nombre.

Sobre su vida y obra se han escrito artículos, libros e investigaciones. Incluso Félix Luna le dedicó un poema, que inspiró al músico Ariel Ramírez a componer una hermosa zamba en su honor que recorre el mundo.

lunes, 24 de mayo de 2021

La Semana de Mayo de 1810

 Viernes 18

El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirmaban los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.

El viernes 18 el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: «A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires.» El virrey advertía que «en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno» él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre «los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones». A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.

La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.

Sábado 19

Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.

Domingo 20

El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó «Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran» y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el «Café de los Catalanes y en «La Fonda de las Naciones», los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción

Lunes 21

A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la «Legión Infernal» y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los «infernales» no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.

Martes 22

Ya desde temprano fueron llegando los «cabildantes». De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También estaba presente una «barra» entusiasta. En la plaza, French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.

Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien  eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.

«Modales»

El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias «… mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les chiflaba.»

Miércoles 23 

Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y elaboró un documento: «hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (…) hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente”.

Jueves 24 

Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: «Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas.»

Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.

Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:

«En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno.» 

El 25 de mayo de 1810 

Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la «sensación térmica» de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.

Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó «¿Dónde está el pueblo?». En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo «Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada.» Poco después se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.

La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias «Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos.»

Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la «máscara de Fernando», es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.

Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.

En Buenos Aires, el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

lunes, 17 de mayo de 2021

 



Ya comienza la semana de mayo y  para recordarla, empecemos con los  con los pregones de los hombres y mujeres que vendían sus productos de manera ambulante.

 18 de Mayo



jueves, 13 de mayo de 2021

                                                            ATENCIÓN FAMILIAS

¡AVISO IMPORTANTE!




martes, 11 de mayo de 2021

                                Efemérides

Día del Himno Nacional Argentino: la historia, los enfrentamientos y las estrofas suprimidas 
de nuestra marcha patriótica. El  11 de mayo de 1813 la Asamblea del año XIII sancionó como
 Himno a la marcha patriótica que llevaba letra de Vicente López y Planes y música de Blas Parera.
 Pero hasta llegar a la versión que hoy conocemos, hubo idas y vueltas, discusiones y 
hasta una movilización popular de protesta.


La letra del Himno Nacional Argentino
La letra del Himno Nacional Argentino

El 22 de julio del año 1812, a poco más de dos años de producida la llamada Revolución de Mayo, el Primer Triunvirato envió al Cabildo una nota solicitándole que se encargara de gestionar la elaboración de una imponente y majestuosa marcha patriótica o canción nacional, para que se cantara en todos los espectáculos públicos y a la que los espectadores debieran escuchar y entonar de pie, como símbolo de respeto.

En cumplimiento de esa solicitud el Cabildo le encargó la tarea a uno de sus miembros, Manuel José García, quien a su vez le encomendó la redacción del texto al sacerdote, periodista y poeta Cayetano Rodríguez, personaje que luego fue diputado en el Congreso Nacional que, reunido en Tucumán, declaró la independencia el 9 de julio de 1816

El fray redactó la letra del himno y el Cabildo la aprobó de inmediato, ordenando que se hagan las gestiones para musicalizarla, tarea que se le encomendó al músico español Blas Parera Morat. Elaborada la música por parte de éste, el Cabildo también la aprobó y la canción patria se estrenó el 1 de noviembre de 1812, en la sede del mismo Cabildo de Buenos Aires.

Sin embargo la obra no tuvo acogida en la sociedad porteña, no tanto por la música sino por la letra. Por ello, al año siguiente, la Asamblea del Año XIII decidió reformular la canción patria, pidiéndole, por un lado al mismo fray Cayetano Rodríguez que modifique el texto original, y por otro lado encargándole la misma tarea a Alejandro Vicente López y Planes, con la idea que ambos elaboren textos por separado y luego, comparándolos, se escoja al mejor.

Los dos personajes presentaron sus proyectos y finalmente la Asamblea del Año XIII seleccionó el de Vicente López, confiando nuevamente su musicalización a Blas Parera Morat, quien en esta segunda ocasión tuvo algunos reparos en cumplir con el pedido, ya que la letra del nuevo himno contenía párrafos agresivos respecto de España, y Blas Parera era justamente español. Se dice que lo invadieron las dudas durante varios días y terminó negándose a musicalizar el texto de Vicente López, lo cual fue considerado un agravio para las autoridades, las que lo habrían obligado a cumplir lo que entonces ya no era un pedido sino una orden. Ante semejante susto Blas Parera se apresuró a satisfacer el requerimiento, elaborando velozmente la nueva partitura.

Vicente López y Planes, autor de la letra del Himno Nacional Argentino.
Vicente López y Planes, autor de la letra del Himno Nacional Argentino.

Cinco años después, Blas Parera decidió regresar a España, y al poco tiempo fueron tras él su esposa Facunda del Rey y su pequeño hijo. Falleció el 7 de enero de 1840, a los 63 años de edad.

La nueva versión del himno nacional argentino elaborada por Vicente López, y nuevamente musicalizada por el español Blas Parera, tuvo una gran aceptación popular, aunque con los años la letra fue recortada, eliminándose versos agresivos tales como “y a sus plantas rendido un león”, “el orgullo del vil invasor”, “y con brazos robustos desgarran al ibérico altivo león” o “aquí el fiero opresor de la Patria, su cerviz orgullosa dobló”.

En efecto, en julio de 1893, durante la presidencia de Luis Sáenz Peña, el ministro del Interior Lucio Vicente López, nieto del autor de la letra del himno, propuso que solo se entone la última estrofa del mismo. La propuesta no tuvo acogida, hasta que Julio Argentino Roca, durante su segunda presidencia, firmó un decreto ordenando que, en los actos oficiales, se canten solo los cuatro primeros versos, los cuatro últimos y el coro.

Desde entonces los argentinos entonamos la versión recortada del himno, respecto de su original elaborado por Alejandro Vicente López y Planes.

En lo relativo al aspecto musical, la historia de nuestra canción patria también tuvo sus idas y vueltas, ya que fue sufriendo arreglos de adaptación para diferentes instrumentos musicales que terminaron alejándola de la partitura original de su autor español. En este sentido la adaptación más relevante la realizó, en el año 1860, el pianista y compositor Juan Pedro de Esnaola, por encargo del Director de las Bandas Militares de entonces, otorgándole a la versión original de Blas Parera una estructura musical más orquestal, lo cual a su vez le confirió mayor grandilocuencia a nuestro himno.

Sin embargo, a pesar de la popularidad que tuvo esta versión durante los sesenta y cinco años siguientes, el presidente Máximo Marcelo Torcuato de Alvear creó una comisión integrada por los compositores Floro Meliton Ugarte Rivero, Carlos López Buchardo y José André, para que elabore una versión musical definitiva del himno nacional argentino.

para musicalizarla, tarea que se le encomendó al músico español Blas Parera Morat
para musicalizarla, tarea que se le encomendó al músico español Blas Parera Morat

Al realizar la tarea de investigación, la comisión encontró, en el Museo Histórico Nacional, la partitura original de Blas Parera, que hasta entonces se consideraba perdida. Sobre ella decidió efectuar un nuevo arreglo musical de nuestra canción patria, la que fue interpretada el 25 de mayo de 1927 en una función de gala del Teatro Colón. Sin embargo, aunque se suponía más acorde con la partitura original, contra esta versión se produjeron violentas reacciones, ya que algunos cuestionaban y dudaban de la autenticidad de la partitura original que supuestamente se había localizado.

Inclusive la cuestión adquirió ribetes escandalosos porque durante los desfiles del 9 de julio de ese año 1927, una multitud desafió al gobierno cantando el himno frente a la Casa Rosada con la versión musical de Esnaola, provocando la consecuente represión policial. A tal punto llegó el revuelo, que el presidente Alvear dejó en suspenso la nueva versión del himno y decidió volver a la de Esnaola.

Finalmente, en el año 1944, el entonces presidente militar que gobernaba la Argentina dictó el decreto 10.302 a través del cual se dispuso adoptar, como letra oficial del Himno Argentino, el texto de la canción compuesta por Vicente López, aprobada por la Asamblea del Año XIII, con la adaptación establecida en el año 1900.

En cuanto a su melodía, el referido decreto adoptó la elaborada por Blas Parera, con la adaptación posterior de Juan Esnaola. Se decidió que, así, nuestra canción patria “será, en adelante, la única versión musical autorizada para ejecutarse en los actos oficiales, ceremonias públicas y privadas, por las bandas militares, policiales y municipales, y en los establecimientos de enseñanza del país”

Por último, el 1 de agosto de 2002, el Congreso Nacional sancionó la ley 25.636, mediante la cual se obligó a todos los canales de televisión y radios autorizadas a funcionar, a que inicien sus programaciones con la emisión del himno nacional argentino.

* Abogado Constitucionalista y Profesor de Derecho Constitucional UBA